Evangelio según San Lucas 20,27-40.
Comentario por David Quiroa
“Los que sean juzgados dignos… son
semejantes a los ángeles”
Hoy que termina el año litúrgico, nos
encontramos con el resumen total de nuestra esperanza: aquéllos que sean
considerados dignos de participar del Reino de Dios, ya no morirán, SON
semejantes a los ángeles.
Es interesante la elección de tiempos
gramaticales que hace el Señor. En la
primera parte nos habla de una resurrección futura y en la segunda nos habla de
un hecho presente. Abraham, Isaac y Jacob no están muertos esperando el fin del
mundo, están vivos y son como ángeles.
Así pues, si después de morir Dios
nos considera dignos de resucitar, estaremos vivos y ya no moriremos, con un
aspecto parecido a los ángeles. Los que queden aquí verán un cadáver y dudarán
de la resurrección de la carne. Los que pasen la prueba –y si Dios lo permite yo seré uno de ellos–
seguiremos con vida, pero libres de todo sufrimiento.
Hoy recordamos a San Rufo: El nombre Rufo aparece en el
Nuevo Testamento dos veces: una como padre de Simón de Cirene, el que cargó la
cruz, y la otra como compañero de San Pablo, “elegido del Señor”. Podrían ser dos Rufos distintos, o podría ser
como nuestra historia personal, que se entreteje en la construcción del Reino
casi sin darnos cuenta.
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Evangelio según San Lucas 20,27-40.
Se acercaron a Jesús algunos saduceos,
que niegan la resurrección, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si
alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia,
se case con la viuda.
Ahora bien, había siete hermanos. El
primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y
luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia.
Finalmente, también murió la mujer.
Cuando resuciten los muertos, ¿de
quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?”.
Jesús les respondió: “En este mundo
los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de
participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden
morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de
la resurrección.
Que los muertos van a resucitar,
Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
Porque él no es un Dios de muertos,
sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él”.
Tomando la palabra, algunos escribas
le dijeron: “Maestro, has hablado bien”.
Y ya no se atrevían a preguntarle
nada.
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