lunes, 2 de noviembre de 2015

“Los justos a la vida eterna” (Mt 25,3-46.)

Evangelio según San Mateo 25,31-46.     
Comentario por David Quiroa

“Los justos a la vida eterna” 

Que no se diga nunca que Dios no da oportunidades de sobra para alcanzar el cielo. Cosas tan sencillas como dar un vaso de agua, dar alojamiento o comida, o visitar a un enfermo o un preso bastan para asegurar un lugarcito allá arriba.  La persona que no haga ni siquiera eso, sin duda merece el infierno.

Ahora bien, la subida no es automática.  Ayer veíamos el tipo de esfuerzo que se requiere para subir directo al cielo, hoy examinamos a los que, sin ser propiamente buenos, tampoco son tan malos como para merecer el castigo eterno. Para ellos (para nosotros), la infinita misericordia de Dios ha creado el purgatorio.

No sabemos exactamente cómo es el purgatorio, pero sabemos que no es como el infierno. En el purgatorio hay esperanza cierta de que vamos a llegar al cielo, por mucho que nos tardemos. Quizás la pena más grande que pasemos allí será saber que pudimos haber hecho cosas buenas y dejamos pasar la oportunidad.


Hoy recordamos a los fieles difuntos: Son esas personas que están pasando todavía por el purgatorio. No sabemos cuánto tiempo más estarán allí, pero nuestras oraciones alivian su pena.


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Evangelio según San Mateo 25,31-46.

Jesús dijo a sus discípulos:

“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver’.

Los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?’.

Y el Rey les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’.

Luego dirá a los de su izquierda: ‘Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron’.

Estos, a su vez, le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?’.

Y él les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo’.


Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna”.

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