miércoles, 4 de noviembre de 2015

“El que no carga su cruz, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,25-33.)

Evangelio según San Lucas 14,25-33.
Comentario por David Quiroa

“El que no carga su cruz, no puede ser mi discípulo” 

En los últimos días hemos visto lo relativamente fácil que resulta llegar al cielo. Hoy pareciera ser lo contrario, pero no es así: Dios jamás se contradice.

Vivir es ya una exigencia, una cruz que cada uno de nosotros lleva. Pero vivir sólo porque fuimos concebidos y no podemos dejar de respirar voluntariamente no es aceptar nuestra cruz. Llevar la cruz significa aceptar que todas nuestras acciones forman parte del plan de Dios.  Un plan tan grande que no podemos comprenderlo en su totalidad.

Hasta el mismo Cristo, sufriendo su debilidad humana, quiso en algún momento rechazar la cruz, le pidió al Padre que apartara ese cáliz. Pero inmediatamente aceptó la voluntad de Dios. Que no nos dé miedo aceptar la cruz de cada día y que no nos extrañe no saber por qué.  Dios sabe.


Hoy recordamos a San Carlos de Borromeo: Muchos santos son probados en la pobreza y las dificultades. San Carlos tuvo que probarse entre la abundancia y los honores. Tan difícil aceptar aquéllas con humildad, como vivir entre los otros sin corromperse.

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Evangelio según San Lucas 14,25-33.

Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo:

“Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.

El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?

No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: ‘Este comenzó a edificar y no pudo terminar’.

¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil?

Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.


De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.”

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