Evangelio según San Lucas 12,13-21.
Comentario por David Quiroa
“¿Quién me ha constituido árbitro entre ustedes?”
Es una expresión extraña, porque Jesús
siempre se muestra servicial, justo y sabio… ¿no sería lógico que fuera árbitro
imparcial en todas nuestras disputas?
No. Porque la salvación es un asunto
personal. Dios no juzga qué tan buenos o malos fuimos “en relación” a lo que
hicieron otros. Nos juzga según nuestro comportamiento de acuerdo a nuestras
propias circunstancias, como si fuéramos la única persona en todo el universo.
El mayor de los pecadores podría ser
santo, si se arrepiente y se enmienda.
El más virtuoso de los hombres podría terminar en el infierno si no cree.
Si hubiera habido una disputa entre ambos, ¿quién habría tenido la razón?
El rezo del Rosario nos gana
indulgencias: Según las
circunstancias de cada quién, rezar el Rosario se considera un sacrificio y se
toma en cuenta para disminuir las penas temporales por nuestros pecados, aquí o
en el Purgatorio.
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Evangelio según San Lucas 12,13-21.
En aquel tiempo, uno de la multitud le dijo: “Maestro, dile a mi hermano
que comparta conmigo la herencia”.
Jesús le respondió: “Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre
ustedes?”.
Después les dijo: “Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la
abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas”.
Les dijo entonces una parábola: “Había un hombre rico, cuyas tierras habían
producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: ‘¿Qué voy a hacer? No tengo dónde
guardar mi cosecha’.
Después pensó: ‘Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros
más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma:
Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y
date buena vida’.
Pero Dios le dijo: ‘Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién
será lo que has amontonado?’.
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los
ojos de Dios”.
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