viernes, 9 de octubre de 2015

“Expulsa a los demonios con el poder de Belzebul” (Lc 11,15-26)

Evangelio según San Lucas 11,15-26.
Comentario por David Quiroa

“Expulsa a los demonios con el poder de Belzebul” 

Es curioso cómo los testigos de los milagros de Jesús no podían negar el milagro y entonces se dedicaban a desacreditar la fuente.

Lo mismo nos pasa hoy. Si a usted le pasa algo bueno, algo extraordinario, una curación milagrosa o algún otro hecho sobrenatural, difícilmente le puedan negar que el hecho ocurriera, pero se lo atribuirán al poder de la medicina, a la buena suerte o al trabajo honrado.

Usted no oirá a nadie decir “se le hizo el milagro porque oró mucho”. Cuando en la realidad, así es.



El poder del Rosario es poco reconocido y mal entendido: Muchos llevan el Rosario al cuello o colgado del retrovisor del auto. No es malo, pero no es así como funciona. El Rosario es eficaz porque nos hace orar mucho, no por ninguna otra razón.

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Evangelio según San Lucas 11,15-26.

Habiendo Jesús expulsado un demonio, algunos de entre la muchedumbre decían: “Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios”.

Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.

Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: “Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul.

Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces.

Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes.

El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.

Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: ‘Volveré a mi casa, de donde salí’. Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada.


Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio”.

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