Evangelio según San Mateo 9,9-13.
Comentario por David Quiroa
“No los justos, sino los pecadores”
Desde los tiempos de Adán y Eva, el
ser humano lleva inscrito en su corazón el origen de todos los pecados: la
desobediencia. Y aunque el bautismo borra la culpa de ese pecado original, no
nos quita la tendencia natural a rebelarnos contra cualquier tipo de orden
establecido.
A todos nos pasa: si el rótulo dice “no
tocar”, queremos tocar, si dice “alto” queremos pasar. Lo mismo con las leyes
de Dios. Sólo la Santísima Virgen nació con la cualidad de poder obedecer
siempre, nació sin pecado original. De allí que se dice “el que obedece no peca”.
Por eso Jesús vino por nosotros, los
pecadores. Porque de manera natural, nadie podría salvarse. Todos somos desobedientes por naturaleza. Se
requiere la fuerza de Jesús para dejar a un lado nuestros instintos y decir “que
se haga
Tu voluntad y no la mía”.
Tu voluntad y no la mía”.
Hoy celebramos a San Mateo,
Evangelista: Cuando Jesús le dijo “sígueme”, él se levantó y lo siguió.
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Evangelio según San Mateo 9,9-13.
Jesús, al pasar, vio a un hombre
llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le
dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la
casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y
sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a
los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”.
Jesús, que había oído, respondió: “No
son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y
aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no
he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
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