domingo, 20 de septiembre de 2015

“El que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, a Mí me recibe” (Mc 9,30-37.)

Evangelio según San Marcos 9,30-37.
Comentario por David Quiroa

“El que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, a Mí me recibe”

Cuando nos cae ese embarazo inesperado y decimos “que sea lo que Dios quiera”, es a Dios a quien recibimos. 

Cuando tocan a la puerta y es un niño el que pide pan –aunque ya tenga 40 años y sea mujer–, es a Él a quien recibimos.

Cuando llegan los amigos de los hijos a hacer bulla y asaltar el refrigerador, es Cristo el que nos visita.

Cuando pasa el mensajero a cobrar el cheque, cuando llega el vendedor por enésima vez, cuando llaman y nos dicen el  nombre completo, es Él disfrazado.

Exactamente como nosotros lo recibimos, así nos recibirá Él.



El ejemplo de hoy, los mártires de Corea: uno de los últimos lugares donde el cristianismo fue perseguido oficialmente, dio a la Iglesia infinidad de mártires. Hoy día continúa la persecución en otros países, pero no de manera oficial.

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Evangelio según San Marcos 9,30-37.

Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará”.

Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.

Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: “¿De qué hablaban en el camino?”.

Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.

Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: “El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”.


Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: “El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado”.

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