Evangelio según San Lucas 8,1-3.
Comentario por David Quiroa
“Lo acompañaban los Doce y algunas
mujeres”
Ir con Jesús no tiene nada que ver
con el sexo. Se puede ser hombre o mujer y de todas maneras seguir a
Jesús. Si queremos ir a mayores
extremos, en este fragmento del Evangelio son las mujeres las que sostienen
económicamente al grupo.
Lo que no se puede decir
cristianamente, es que dé lo mismo ser hombre que ser mujer. Si entre una persona y otra, siendo del mismo
sexo, hay diferentes carismas, ¿cómo no iba a haberlos entre personas de
diferente sexo? La Virgen no es San
José, ni San Francisco es Santa Clara.
Cada quien tiene su misión y los unos seríamos más pobres sin las otras.
Jesús eligió a los varones para ser
sacerdotes. ¿Y qué? ¿No puede Él hacer lo que le plazca? ¿Le quita en algo eso
a la misión de las mujeres en la Iglesia? Los varones no pueden ser madres, y
nadie dice que eso esté mal. Que cada
quien haga lo que mejor puede hacer, eso es el Reino de Dios.
El ejemplo de hoy, San José
Cupertino: Era un inútil, un bueno para nada, no sabía ni lavar platos. Hasta que
un día descubrió su vocación en el cuidado de los animales. Se esmeraba tanto
que se volvió ejemplo para otros. Dios quiso manifestarse de manera
espectacular con él y señales maravillosas lo acompañaron hasta el final de sus
días.
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Evangelio según San Lucas 8,1-3.
Jesús recorría las ciudades y los
pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios.
Lo acompañaban los Doce y también
algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades:
María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa
de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus
bienes.
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