viernes, 18 de septiembre de 2015

“Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres” (Lc 8,1-3.)

Evangelio según San Lucas 8,1-3.
Comentario por David Quiroa

“Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres”

Ir con Jesús no tiene nada que ver con el sexo. Se puede ser hombre o mujer y de todas maneras seguir a Jesús.  Si queremos ir a mayores extremos, en este fragmento del Evangelio son las mujeres las que sostienen económicamente al grupo.

Lo que no se puede decir cristianamente, es que dé lo mismo ser hombre que ser mujer.  Si entre una persona y otra, siendo del mismo sexo, hay diferentes carismas, ¿cómo no iba a haberlos entre personas de diferente sexo?  La Virgen no es San José, ni San Francisco es Santa Clara.  Cada quien tiene su misión y los unos seríamos más pobres sin las otras.

Jesús eligió a los varones para ser sacerdotes. ¿Y qué? ¿No puede Él hacer lo que le plazca? ¿Le quita en algo eso a la misión de las mujeres en la Iglesia? Los varones no pueden ser madres, y nadie dice que eso esté mal.  Que cada quien haga lo que mejor puede hacer, eso es el Reino de Dios.


El ejemplo de hoy, San José Cupertino: Era un inútil, un bueno para nada, no sabía ni lavar platos. Hasta que un día descubrió su vocación en el cuidado de los animales. Se esmeraba tanto que se volvió ejemplo para otros. Dios quiso manifestarse de manera espectacular con él y señales maravillosas lo acompañaron hasta el final de sus días.


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Evangelio según San Lucas 8,1-3.

Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios.


Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.

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