Evangelio según San Lucas 8,4-15.
Comentario por David Quiroa
“Dan fruto gracias a su constancia”
La parte más difícil de ser
agricultor, dueño de restaurante o cristiano es la constancia. La mayoría estamos muy dispuestos a hacer
trabajos que den resultado rápido, comprar y vender y sacar la ganancia.
Pero muy pocos quieren pasarse
treinta años esperando a que un árbol crezca para cosechar los frutos, o estar
365 días al año tras el mostrador para que los clientes lleguen cuando quieran.
Los frutos del cristiano son así. No
salen de un día para el otro, muchas veces se toma la vida entera para ver que
todo aquél esfuerzo valió la pena. A veces, ni siquiera la vida entera alcanza.
Pero aunque nos cueste creerlo, los frutos allí están, sólo están esperando
para madurar.
Hoy recordamos la aparición de
la Virgen en La Salette: Hace 169 años, Nuestra Señora apareció en las montañas de Francia para
llamar a los discípulos fieles, desconocidos para el mundo, para que salieran a
alumbrar con su presencia.
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Evangelio según San Lucas 8,4-15.
Como se reunía una gran multitud y
acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una
parábola:
“El sembrador salió a sembrar su
semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde
fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo.
Otra parte cayó sobre las piedras y,
al brotar, se secó por falta de humedad.
Otra cayó entre las espinas, y estas,
brotando al mismo tiempo, la ahogaron.
Otra parte cayó en tierra fértil,
brotó y produjo fruto al ciento por uno”. Y una vez que dijo esto, exclamó: “¡El
que tenga oídos para oír, que oiga!”.
Sus discípulos le preguntaron qué
significaba esta parábola,
y Jesús les dijo: “A ustedes se les
ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio,
se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender.
La parábola quiere decir esto: La
semilla es la Palabra de Dios.
Los que están al borde del camino son
los que escuchan, pero luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus
corazones, para que no crean y se salven.
Los que están sobre las piedras son
los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces:
creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás.
Lo que cayó entre espinas son los que
escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida,
se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar.
Lo que cayó en tierra fértil son los
que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto
gracias a su constancia.
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