viernes, 25 de septiembre de 2015

“El Hijo del hombre debe sufrir mucho” (Lc 9,18-22)

Evangelio según San Lucas 9,18-22.
Comentario por David Quiroa

“El Hijo del hombre debe sufrir mucho” 

A veces uno se pregunta “¿qué haría Jesús?”. Y aunque las respuestas pueden ser variadas, una es segura: Jesús sufriría.
Y nuestra reacción es inmediata: “¿Por qué?” “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”.  “¿Por qué Dios quiere que suframos?”

El sufrimiento no es inútil. El sufrimiento es redentor. Cristo que no tenía ninguna culpa, sufrió infinitamente por nuestros pecados. Nosotros, que sí tenemos culpa, sufrimos por los nuestros y por los ajenos.

Sí. No solo por los nuestros, sino también por los de otros. Sufrimos para que alguien más no sufra. Nos sacrificamos para que alguien más no tenga que sacrificarse.

¿No podría Dios detener esto? Podría, porque Él todo lo puede. Pero para hacerlo tendría que dejar de ser justo. Porque todos estamos de acuerdo que el mal merece castigo. Dios no podría ser menos justo que nosotros. En su infinita misericordia, permitió que Uno recibiera el castigo por los demás.

También estamos de acuerdo en que “es mejor que sufra yo y no esa persona que amo”.  O sea que Jesús sufre porque nos ama. Y nosotros sufrimos porque amamos.  No sufrimos porque un dios vengativo ha decidido echarnos encima el fuego del infierno. Sufrimos porque libremente decidimos amar y Dios ha aceptado el trato: “está bien, sufre tu para que no sufra esa otra persona.”

Y así seguirá siendo hasta el fin de nuestros días. Hasta el momento que Dios decida que ya es suficiente, cuando ya no tengamos más fuerzas y digamos con Jesús “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu”.


El ejemplo de hoy, San Fermín de Amiens: De su vida sólo queda como recuerdo una fiesta pagana, el encierro de los toros en Pamplona del 7 de julio. La Iglesia, para separar el culto debido al santo de la fiesta turística, dejó para hoy el día de San Fermín, de quien no se sabe más que murió mártir.

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Evangelio según San Lucas 9,18-22.

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”.

Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”.

“Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?”.

Pedro, tomando la palabra, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”.

Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.


“El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.

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