Evangelio según San Mateo 14,1-12.
Comentario por David Quiroa
“Prometió bajo juramento”
Es una buena costumbre no jurar nada.
Para una persona decente basta decir “sí” o “no” y nada más. Pero si vamos a
jurar, y así está puesto incluso en la ley civil, nada nos obliga a hacer algo
malo, aunque hayamos jurado por todas las Biblias del mundo hacerlo.
Anda gente por ahí preocupada porque
le prometió algo al Diablo y cree que tiene que cumplirle. No, no es así.
Prometer algo malo tiene tanta validez como no hacerlo. Ningún “te voy a romper
la cara” nos obliga a nada porque es malo y no se debe hacer.
Una persona que piense hacer algo
malo puede arrepentirse en cualquier momento, incluso mientras lo hace. Siempre
hay marcha atrás. A Herodes no lo obligó su juramento sino su orgullo. A
nosotros nada nos obliga. El mal solo puede evitarse, jamás hacerse.
El ejemplo de hoy, San Alfonso María
Ligorio: Como muchos
santos, luego de una larga vida de virtudes, se vio acosado por las tentaciones
y la duda contra todos los artículos de fe. Soportó con paciencia esa
humillación y no le restó ningún mérito para ser canonizado.
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Evangelio según San Mateo 14,1-12.
En aquel tiempo, la fama de Jesús
llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: “Este es Juan el
Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él
poderes milagrosos”.
Herodes, en efecto, había hecho
arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su
hermano Felipe, porque Juan le decía: “No te es lícito tenerla”.
Herodes quería matarlo, pero tenía
miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.
El día en que Herodes festejaba su
cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que
prometió bajo juramento darle lo que pidiera.
Instigada por su madre, ella dijo: “Tráeme
aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se entristeció, pero a causa
de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar
a Juan en la cárcel.
Su cabeza fue llevada sobre una
bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre.
Los discípulos de Juan recogieron el
cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.
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