Evangelio según San Mateo 25,1-13.
Comentario por David Quiroa
“¿Podrían darnos un poco de aceite?”
Una interpretación errónea que se suele
dar a la parábola de las jóvenes prudentes y necias, es que las prudentes
deberían haber sido más caritativas con las necias. El error es no darse cuenta
que el aceite de las lámparas es un símbolo del buen comportamiento y ese no es
transferible.
Cuando uno pasa su vida esperando el día
que el Señor lo llame, tiene dos opciones: portarse bien siempre, para estar
listo, o esperar a última hora a ver si logra pasar el examen raspado. Las
necias hicieron esto último. A la hora de rajar ocote, no tenían con qué.
El Señor es muy misericordioso y si a lo
mejor el último día de nuestra vida no da tiempo de confesarse, tal vez nos regala
unos puntitos para pasar, si es que llevamos buena zona. Pero si hemos
haraganeado todo el año, no esperemos sacar la clase en el examen final. Ese
día, no vale la copia.
El ejemplo de hoy, San Agustín de Hipona:
Uno de los
santos más famosos –después de los apóstoles–, dedicó su vida a estudiar y
explicar la Biblia. Si le preguntaban que si no sentía temor de morir, contestaba:
“Quien ama a Cristo, no debe temer miedo de encontrarse con Él”.
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Evangelio según San Mateo 25,1-13.
Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron
con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco,
prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que
las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron
dormidas.
Pero a medianoche se oyó un grito: ‘Ya viene el esposo, salgan a su
encuentro’. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
Las necias dijeron a las prudentes: ‘¿Podrían darnos un poco de aceite,
porque nuestras lámparas se apagan?’.
Pero estas les respondieron: ‘No va a alcanzar para todas. Es mejor que
vayan a comprarlo al mercado’.
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él
en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’, pero
él respondió: ‘Les aseguro que no las conozco’.
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Esta es una paráfrasis del mismo texto, usando conceptos que comprendemos
más fácilmente en esta época:
El Reino de
los Cielos será como diez jóvenes que estaban estudiando para sacar un curso. Cinco eran aplicadas, cinco eran haraganas.
Las haraganas
se inscribieron al curso, pero no iban a clases ni hacían las tareas. Las
aplicadas iban a clases, hacían tareas y cada vez que podían sacaban puntos
extras.
El curso era
muy difícil, y al final, a todas les estaba yendo mal. Llegó el día del examen y
todas se presentaron.
Las haraganas
le dijeron a las aplicadas “dennos copia, porque no sabemos ni de qué se trata
este curso”.
Pero estas
les respondieron: “No podemos, todos los exámenes son distintos y nos van a
sentar separadas”.
Al terminar el
examen, las aplicadas contestaron todo lo que pudieron y recibieron su nota.
Algunas con más puntos que otras, pero todas pasaron.
Llegaron las
haraganas y le dijeron al profesor “Ala, porfa, dénos otra oportunidad”. Pero
él les respondió “¿Y ustedes quiénes son? Nunca las vi en clase, no sé ni por
qué me están hablando”.
Prepárense,
porque el examen es sorpresa.
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