Evangelio según San Marcos 6,17-29.
Comentario por David Quiroa
“No te es lícito tener a la mujer de
tu hermano”
Se acerca la segunda parte del Sínodo
por la Familia, y el tema más candente que se discute es sobre el
divorcio. ¿Es lícito?
San Juan Bautista dio una respuesta
contundente. No. Y dio la vida por eso.
La única manera de comprender la
magnitud del problema que se discute es partiendo de esta base: no es lícito,
no está bien. Ciertamente que Dios se da la maña para sacar bien del mal, pero
eso no significa que esté bien. Está mal.
Una vez que comprendemos el error
inicial, es posible remediarlo, aliviarlo o sobrevivir con él. Lo que no se
puede es decir que está bien lo que está mal, porque aceptar lo malo como
bueno, origina maldades. Reconocer lo malo como malo, puede traer mucho bien.
Hoy recordamos el martirio de San
Juan Bautista: Admirado
por muchos, desde Herodes hasta Jesús, Juan se mantuvo firme en su fe hasta la
muerte. Lo reverenciamos como el último
profeta del Antiguo Testamento y el primero del Nuevo.
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Evangelio según San Marcos 6,17-29.
Herodes, en efecto, había hecho
arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano
Felipe, con la que se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: “No te
es lícito tener a la mujer de tu hermano”.
Herodías odiaba a Juan e intentaba
matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre
justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba
con gusto.
Un día se presentó la ocasión
favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus
dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.
La hija de Herodías salió a bailar, y
agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: “Pídeme
lo que quieras y te lo daré”.
Y le aseguró bajo juramento: “Te daré
cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”.
Ella fue a preguntar a su madre: “¿Qué
debo pedirle?”.
“La cabeza de Juan el Bautista”,
respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde
estaba el rey y le hizo este pedido: “Quiero que me traigas ahora mismo, sobre
una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se entristeció mucho, pero a
causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida
mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó
la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se
la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo
supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
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