jueves, 20 de agosto de 2015

“Las bodas del hijo” (Mt 22,1-14.)

Evangelio según San Mateo 22,1-14.
Comentario por David Quiroa

“Las bodas del hijo” 

El Evangelio de hoy nos presenta varias simbologías importantes. El rey es Dios Padre, el Hijo es Jesús y las bodas son el fin de los tiempos.  Los invitados originales son el pueblo elegido –que podrían ser igual los judíos que los cristianos, según se mire–.  Los invitados de última hora es el resto de la Humanidad.

Cuando llegue el fin, Jesús se fijará primero en los que por naturaleza deberían disfrutar a su lado: Nosotros, que hemos recibido su invitación personal.  Pero por todos aquéllos que nos neguemos a aceptar Su mensaje, llamará a los demás. Y entre los demás, no todos serán bien recibidos. Habrá quien no esté preparado para entrar a la vida eterna y será echado fuera.

La pregunta que tenemos que hacernos hoy es “¿voy a aceptar la invitación de Jesús?” Si digo que no y me ocupo de las cosas terrenales o maltrato a Sus mensajeros, ya sé cuál es mi destino. Después no tengo que quejarme.


El ejemplo de hoy, San Bernardo de Claraval: Doctor de la Iglesia, nos dejó tres grandes lecciones. La defensa de los judíos, un libro sobre cómo ser buen Papa, y el concepto “a Jesús por María”.

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Evangelio según San Mateo 22,1-14.

Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:

El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.

De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: ‘Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas’.

Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.

Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.

Luego dijo a sus servidores: ‘El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren’.

Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.

Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. ‘Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?’. El otro permaneció en silencio.

Entonces el rey dijo a los guardias: ‘Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes’.


Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.

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