lunes, 6 de julio de 2015

“Un alto jefe, postrándose ante él” (Mt 9,18-26.)

Evangelio según San Mateo 9,18-26.
Comentario por David Quiroa

“Un alto jefe, postrándose ante él” 

Ayer escuchábamos en el Evangelio cómo los paisanos de Jesús no le creían porque lo conocían como el hijo del carpintero. Hoy vemos a un alto jefe cayendo de rodillas y con el rostro en el suelo suplicándole su ayuda.

Con frecuencia nosotros despreciamos a las personas que tienen una posición social menor a la nuestra, porque tienen menos educación, menos cultura o menos dinero que nosotros. Cuando realmente tenemos a Jesús en la vida, esas diferencias desaparecen.

No es vergüenza pedirle un favor al carpintero, sentarse en la mesa del mesero o darle un abrazo a la señora de las tortillas. Ante Jesús no hay diferencia y si de verdad creemos en Él, tampoco la debe haber entre nosotros.


El ejemplo de hoy, San Tomás Moro: Laico, abogado y juez, se opuso a que el Rey de Inglaterra fuera considerado cabeza de la Iglesia; y por eso perdió su estatus, su dinero y finalmente su cabeza.

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Evangelio según San Mateo 9,18-26.

Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá”.

Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: “Con sólo tocar su manto, quedaré curada”.

Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: “Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado”. Y desde ese instante la mujer quedó curada.

Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: “Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme”. Y se reían de él.

Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó.


Y esta noticia se divulgó por aquella región.

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