Evangelio según San Marcos 6,1-6.
Comentario por David Quiroa
“Él se asombraba de su falta de fe”
La gente que conocía a Jesús desde
pequeño no podían entender de dónde salía toda su sabiduría y poder. No tenían
la fe, y querían sustituirla con razones y no encontraban ninguna.
La fe y la razón no compiten una
contra otra. Somos nosotros los que las ponemos a competir. Cuando no nos
alcanza la fe, queremos forzar a la razón a darnos una explicación que no puede alcanzar. Y cuando la razón es insuficiente, queremos
que la fe llene el vacío y eso no funciona así.
La fe tiene su espacio más allá de lo
que podemos razonar: La razón de la existencia, nuestra vida eterna, por qué
existe el amor y el sufrimiento. La
razón alcanza todo lo que se puede ver, medir, contar y pesar. Entre las dos podemos entender todo, con una
sola nos quedamos a medias.
El ejemplo de hoy, San Antonio María
Zaccaría: Hombre del
Renacimiento, se opuso a la excesiva “iluminación” de quienes querían encontrar
razones para todo. Fue el creador de las 40 horas de adoración del Santísimo, una
actividad “irracional”, pero que provoca grandes frutos en la fe.
Evangelio según San Marcos 6,1-6.
Jesús salió de allí y se dirigió a su
pueblo, seguido de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, comenzó a
enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y
decía: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y
esos grandes milagros que se realizan por sus manos?
¿No es acaso el carpintero, el hijo
de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no
viven aquí entre nosotros?”.
Y Jesús era para ellos un motivo de
tropiezo.
Por eso les dijo: “Un profeta es
despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”.
Y no pudo hacer allí ningún milagro,
fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Y él se asombraba de su falta de fe.
Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
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