Evangelio según San Juan 20,24-29.
Comentario por David Quiroa
“Si no veo, no creeré”
En este mundo la incredulidad es un
valor. En los negocios uno cree la mitad de lo que le ofrecen, en las redes
sociales si alguien enseña que está comiendo pollo quizás quiera decir que le
alcanzó para los frijoles. Así funciona el mundo.
En el Reino de Dios es al revés. Uno
cree más de lo que le cuentan. Jesús se presenta como hombre, siendo Dios;
prepara a sus discípulos para Su muerte, cuando en realidad va a resucitar; les
ofrece una vida de sufrimiento, y en la realidad les dará una eternidad de
gloria.
Santo Tomás cree porque toca, pero se
queda corto. Apenas reconoce al hombre redivivo. Cuando creemos sin ver, vemos
a Dios.
Hoy celebramos la fiesta de Santo Tomás
apóstol: Según la
tradición, Tomás fue a evangelizar el Oriente. Se le atribuye un “quinto
evangelio” que aunque tiene varios errores que le impiden ser canónico, insiste
mucho en buscar el Reino de Dios entre nosotros.
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Evangelio según San Juan 20,24-29.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos
cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”.
El les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no
pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”.
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y
estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas,
se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”.
Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu
mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”.
Tomas respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”.
Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen
sin haber visto!”.
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