jueves, 2 de julio de 2015

“Jesús regresó a su ciudad” (Mt 9,1-8.)

Evangelio según San Mateo 9,1-8.
Comentario por David Quiroa

“Jesús regresó a su ciudad”

Después de su aventura por Gadara –ver Evangelio de ayer–, Jesús vuelve a su pueblo y allí entre la gente pacífica tampoco es bien recibido. A la gente no le gusta cambiar, los violentos quieren seguir siendo violentos y los pacíficos la pasan de lo mejor con paralíticos que con trabajadores.

El ser humano tiene un rechazo permanente hacia el bien y una inclinación natural al mal. Pero más peligrosa aún es su tendencia a “dejarlo todo como está”.  Enfrentados a una mejor opción nos atemorizamos, pensamos que vamos a perder todo y preferimos seguir mal con tal de no cambiar.

Por eso la Iglesia hace un llamado permanente al cambio, a la conversión, a la renovación.  No porque tengamos que estar cambiando siempre, sino por nuestra tendencia a no querer cambiar. Si no nos dijeran todo el tiempo que hay que cambiar, terminaríamos como los gadarenos y los galileos, congelados en su propio pecado.

El ejemplo de hoy, San Bernardino Realino: Magistrado exitoso, abandona su carrera siendo ya mayor para hacerse religioso. Sufre con paciencia las burlas de la gente y muestra tanta piedad en su propia ciudad que antes de morir lo nombran patrón de la misma.

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Evangelio según San Mateo 9,1-8.

Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad.

Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados”.

Algunos escribas pensaron: “Este hombre blasfema”.

Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: “¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate y camina’? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.

El se levantó y se fue a su casa.


Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.

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