Evangelio según San Juan 6,1-15.
Comentario por David Quiroa
“Recojan los pedazos que sobran, para
que no se pierda nada”
Recordando la encíclica “ecológica”
del Papa Francisco, el Señor nos vuelve a dar una lección que traspasa los límites
del tiempo y el espacio. Hoy vivimos en
una cultura donde todo se desecha, aunque todavía sirva. Hace dos mil años,
Jesús pide recoger pedazos de pan que nadie se iba a comer, son biodegradables
y no costaron un centavo.
Habría sido bueno saber qué hicieron
los apóstoles con aquéllos catorce canastos de pan. Quizás se lo dieron a otras
personas, se lo llevaron para el camino o lo lanzaron al lago para alimento de
los peces. No sabemos, pero lo cierto es que no lo desperdiciaron.
Que este pasaje nos mueva a la
reflexión de que Dios sabe lo que enseña incluso dos mil años antes de que Sus
lecciones sean necesarias. ¿Qué nos espera para el futuro? Allí en las
escrituras está esperándonos.
El ejemplo de hoy, San Joaquín y
Santa Ana, padres de Santa María: Sabemos de ellos que eran piadosos y obedientes de la Ley. Una familia
modelo para modelar al modelo de nuestra familia. Así de lejos llegan nuestras
acciones de hoy, aunque no lo sepamos.
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Evangelio según San Juan 6,1-15.
Jesús atravesó el mar de Galilea,
llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía
curando a los enfermos.
Jesús subió a la montaña y se sentó
allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que
una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para
darles de comer?”.
El decía esto para ponerlo a prueba,
porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: “Doscientos
denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan”.
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano
de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y
dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?”.
Jesús le respondió: “Háganlos sentar”.
Había mucho pasto en ese lugar. Todos
se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y
los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados,
dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos,
Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se
pierda nada”.
Los recogieron y llenaron doce
canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de
hacer, la gente decía: “Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al
mundo”.
Jesús, sabiendo que querían
apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.
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