Evangelio según San Mateo 8,28-34.
Comentario por David Quiroa
“La región de los gadarenos”
Gadara era una ciudad semiindependiente
al sur del Mar de Galilea, famosa por salvaje y aguerrida. El hecho que Jesús,
un galileo montañés, pacífico y religioso, se aventurara por esas tierras ya
era algo especial. Que se enfrentara con dos endemoniados, mucho más.
Imaginemos en nuestros tiempos a un cura
metiéndose en una zona roja dominada por delincuentes y enfrentándose a los dos
peores. “Nadie se atrevía a pasar por allí”, dice el Evangelio.
Y son los mismos demonios los que
suplican a Jesús salir de aquéllos cuerpos, meterse en unos cerdos –lo más
sucio, según aquél pueblo– y tirarse por un acantilado. Por compasión, Jesús se
los concede. Así de grande es su poder y su misericordia.
El ejemplo de hoy, Beato Jorge Beesley: Su delito fue ser sacerdote en tiempos de la
separación de la iglesia Anglicana. Soportó con paciencia el martirio, sin negar
por un instante su fidelidad a la Iglesia Universal.
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Evangelio según San Mateo 8,28-34.
Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a
su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces,
que nadie podía pasar por ese camino.
Y comenzaron a gritar: “¿Que quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido
aquí para atormentarnos antes de tiempo?”
A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo.
Los demonios suplicaron a Jesús: “Si vas a expulsarnos, envíanos a esa
piara”.
El les dijo: “Vayan”. Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se
precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron.
Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo
lo que había sucedido con los endemoniados.
Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se
fuera de su territorio.
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