martes, 21 de julio de 2015

“Estos son mi madre y mis hermanos” (Mt 12,46-50.)

Evangelio según San Mateo 12,46-50.
Comentario por David Quiroa

“Estos son mi madre y mis hermanos”

La gente en general y los latinos en particular, le ponemos mucha atención a la filiación de sangre, es decir, somos muy apegados a los lazos genéticos, más allá de los lazos afectivos.

El Señor no niega la filiación genética: entre sus seguidores Santiago y Juan son hermanos de sangre, y Andrés y Pedro también. Pero amplía esa filiación para contener a todo el género humano, siempre y cuando haga “la voluntad del Padre”.

Por medio de Jesús estamos emparentados con cristianos que viven al otro lado del mundo, hablan otro idioma y jamás hemos visto. Por Él también nos separamos de nuestros parientes de sangre que no creen en Dios. Porque al final de la vida es más importante el que estuvo a nuestro lado que el que comparte nuestra herencia genética pero jamás nos visitó.

Hoy recordamos al profeta Daniel: judío que vivió en Babilonia durante el cautiverio, es un auténtico hermano cristiano porque sus visiones abarcan desde el antiguo testamento hasta el apocalipsis, aunque en vida él jamás haya oído hablar de Jesús.

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Evangelio según San Mateo 12,46-50.

Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él.

Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”.

Jesús le respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”.


Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

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