Evangelio según San Mateo 12,46-50.
Comentario por David Quiroa
“Estos son mi madre y mis hermanos”
La gente en general y los latinos en
particular, le ponemos mucha atención a la filiación de sangre, es decir, somos
muy apegados a los lazos genéticos, más allá de los lazos afectivos.
El Señor no niega la filiación
genética: entre sus seguidores Santiago y Juan son hermanos de sangre, y Andrés
y Pedro también. Pero amplía esa filiación para contener a todo el género
humano, siempre y cuando haga “la voluntad del Padre”.
Por medio de Jesús estamos
emparentados con cristianos que viven al otro lado del mundo, hablan otro
idioma y jamás hemos visto. Por Él también nos separamos de nuestros parientes
de sangre que no creen en Dios. Porque al final de la vida es más importante el
que estuvo a nuestro lado que el que comparte nuestra herencia genética pero
jamás nos visitó.
Hoy recordamos al profeta Daniel: judío que vivió en Babilonia durante el
cautiverio, es un auténtico hermano cristiano porque sus visiones abarcan desde
el antiguo testamento hasta el apocalipsis, aunque en vida él jamás haya oído
hablar de Jesús.
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Evangelio según San Mateo 12,46-50.
Todavía estaba hablando a la
multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de
hablar con él.
Alguien le dijo: “Tu madre y tus
hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”.
Jesús le respondió: “¿Quién es mi
madre y quiénes son mis hermanos?”.
Y señalando con la mano a sus
discípulos, agregó: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace
la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y
mi madre”.
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