Evangelio según San Juan 11,45-57.
Comentario por David Quiroa
“Resolvieron
que debían matar a Jesús”
¿Por qué matar a un inocente? ¿Por qué
despedir al mejor vendedor que tenemos? ¿Por qué burlarse de mi hermano que es
más listo que yo?
La conducta humana, cuando se pasa de
racional se vuelve irracional. Era muy razonable
matar a Jesús para defender al pueblo. Es muy razonable despedir al mejor
empleado “no sea que nos robe los clientes”. Es muy razonable abortar a un hijo
para que no venga a sufrir a este mundo.
Pero ya vemos cuáles son las verdaderas
consecuencias. El pueblo de todas maneras es destruido, las ventas se caen, la
familia se destruye. Entre muchas cosas, hoy el Evangelio nos advierte contra
esas ideas que parecen geniales… hasta que se ponen en práctica.
El ejemplo de hoy, San José Moscati: Destacado
médico y científico, afirmaba: “No es la ciencia, sino el amor lo que ha
transformado el mundo”. “La ciencia nos promete bienestar, la fe nos da la
verdadera felicidad”.
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Evangelio según San Juan 11,45-57.
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los
judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a
los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.
Los sumos sacerdotes y los fariseos
convocaron un Consejo y dijeron: “¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza
muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos
vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación”.
Uno de ellos, llamado Caifás, que era
Sumo Sacerdote ese año, les dijo: “Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece
preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación
entera?”.
No dijo eso por sí mismo, sino que
profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no
solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos
de Dios que estaban dispersos.
A partir de ese día, resolvieron que
debían matar a Jesús.
Por eso él no se mostraba más en público
entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada
Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.
Como se acercaba la Pascua de los
judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban
a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: “¿Qué les parece, vendrá a la
fiesta o no?”.
Los sumos sacerdotes y los fariseos
habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo
hiciera saber para detenerlo.
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