Evangelio según San Juan 8,31-42.
Comentario por David Quiroa
“El
que peca es esclavo del pecado”
Cuando uno dice una mentira, lo más
difícil es mantenerla. Mientras uno está sujeto a esa mentira, es esclavo de
ella, hasta el momento que confiesa la verdad y se libera.
Lo mismo pasa con todos los pecados. No
es Dios directamente el que castiga por hacer el mal, sino es el propio mal el
que corroe el alma y nos roba la paz, hasta el día que confesamos y somos
liberados por el poder del sacrificio de Cristo: Él pagó por nosotros y quiere
pagar de nuevo si se lo pedimos.
Cuando no queremos entender esto, somos
como los que querían matar a Jesús. Como su propia conciencia les molestaba,
querían eliminar al que les señalaba sus pecados, en lugar de eliminar los
pecados y liberarse de ellos.
El ejemplo de hoy, San Lorenzo de
Irlanda: Con la oración como inspiración, lograba maravillas en
las relaciones personales, políticas y económicas de su tiempo: combatía
hambrunas, embellecía templos y pacificaba pueblos, atado únicamente a su fe en
Dios.
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Evangelio según San Juan 8,31-42.
Jesús dijo a aquellos judíos que habían
creído en él: “Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente
mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.
Ellos le respondieron: “Somos
descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes
decir entonces: ‘Ustedes serán libres’?”.
Jesús les respondió: “Les aseguro que
todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no permanece para siempre en
la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por eso, si el Hijo los
libera, ustedes serán realmente libres. Yo sé que ustedes son descendientes de
Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes. Yo
digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de
su padre”.
Ellos le replicaron: “Nuestro padre es
Abraham”.
Y Jesús les dijo: “Si ustedes fueran
hijos de Abraham obrarían como él. Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre
que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso. Pero ustedes
obran como su padre”.
Ellos le dijeron: “Nosotros no hemos
nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios”.
Jesús prosiguió: “Si Dios fuera su
Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he
venido por mí mismo, sino que él me envió.
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