Evangelio
según San Marcos 6,14-29
Comentario por: David Quiroa
“El rey se
entristeció mucho”
Nos quieren
hacer creer que portarse mal es lo más alegre del mundo, pero no es así. Hoy
vemos a Herodes, un rey malo y pervertido, triste por tener que hacer el mal a
su amigo Juan el Bautista.
Y es que en
el fondo de nuestro corazón siempre sabemos distinguir lo bueno de lo malo.
Muchas veces la costumbre de hacer cosas malas nos nubla la razón, pero nuestro
corazón sabe y nos entristece cuando supuestamente deberíamos estar celebrando.
La
verdadera felicidad nunca está en hacer el mal. Siempre está en hacer lo
correcto.
El ejemplo de hoy: Santa Josefina Bakhita. Esclavizada cuando era niña pequeña, sufrió a manos de
cuatro crueles amos, hasta que conoció al quinto, pudo cristianizarse y ser
santa. Al final de su vida agradecía a su primer captor, por haberla puesto en
camino a la santidad.
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Evangelio
según San Marcos 6,14-29
El rey
Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas
partes. Algunos decían: “Juan el Bautista
ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos: Otros
afirmaban: “Es Elías”. Y otros: “es un profeta como los antiguos”.
Pero
Herodes, al oír todo esto, decía: “Este hombre es Juan, a quien yo mandé
decapitar y que ha resucitado”.
Herodes, en
efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer
de su hermano Felipe, con la que se había casado.
Porque Juan
decía a Herodes: “No te es lícito tener a la mujer de tu hermano”.
Herodías
odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba,
sabiendo que era un hombre justo y santo, lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo
escuchaba con gusto.
Un día se
presentó la ocasión favorable.
Herodes festejaba su cumpleaños,
ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de
Galilea.
La hija de
Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el
rey dijo a la joven: “Pïdeme lo que quieras y te lo daré”.
Y le
aseguró bajo juramento: “Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la
mitad de mi reino”. Ella fue a preguntar a su madre: “¿Qué debo pedirle?”. “La cabeza
de Juan el Bautista”, respondió esta.
La joven
volvió rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: “Quiero que me
traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se
entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso
contrariarla.
En seguida
mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la
cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y ésta se la
dio a su madre.
Cuando los
discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
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