viernes, 8 de febrero de 2013


Evangelio según San Marcos 6,14-29
Comentario por: David Quiroa

“El rey se entristeció mucho”

Nos quieren hacer creer que portarse mal es lo más alegre del mundo, pero no es así. Hoy vemos a Herodes, un rey malo y pervertido, triste por tener que hacer el mal a su amigo  Juan el Bautista. 

Y es que en el fondo de nuestro corazón siempre sabemos distinguir lo bueno de lo malo. Muchas veces la costumbre de hacer cosas malas nos nubla la razón, pero nuestro corazón sabe y nos entristece cuando supuestamente deberíamos estar celebrando.

La verdadera felicidad nunca está en hacer el mal. Siempre está en hacer lo correcto.

El ejemplo de hoy: Santa Josefina Bakhita. Esclavizada  cuando era niña pequeña, sufrió a manos de cuatro crueles amos, hasta que conoció al quinto, pudo cristianizarse y ser santa. Al final de su vida agradecía a su primer captor, por haberla puesto en camino a la santidad.
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Evangelio según San Marcos 6,14-29

El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes.  Algunos decían: “Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos: Otros afirmaban: “Es Elías”. Y otros: “es un profeta como los antiguos”.

Pero Herodes, al oír todo esto, decía: “Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado”. 

Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.

Porque Juan decía a Herodes: “No te es lícito tener a la mujer de tu hermano”.

Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, lo protegía.  Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.

Un día se presentó la ocasión favorable.  Herodes  festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de
Galilea. 

La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: “Pïdeme lo que quieras y te lo daré”.

Y le aseguró bajo juramento: “Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”. Ella fue a preguntar a su madre: “¿Qué debo pedirle?”. “La cabeza de Juan el Bautista”, respondió esta.

La joven volvió rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: “Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.

El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.

En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.  El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y ésta se la dio a su madre. 

Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

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