Evangelio
según San Lucas 5,1-11
Comentario por: David Quiroa
“No hemos
sacado nada”
La angustia
con la que vivimos hoy día tiene mucho que ver con las expectativas del futuro,
de acuerdo a lo que creemos del pasado.
Pedro está convencido que no hay peces, porque ya trabajó toda la noche
sin resultado.
La lógica
de Dios es muy distinta. Dios habla del “pan nuestro de cada día”, no del de
ayer ni el de mañana. Cada día es
completamente distinto, cada vez que echamos las redes es diferente, cada vez
que Dios nos perdona es una oportunidad completamente nueva.
Tal vez las
tarjetas de crédito no perdonan las deudas pasadas, pero Dios sí. Dios dice que
no le importa qué tan mal te haya ido en la noche, hoy es un nuevo día y puedes
intentarlo una vez más.
El ejemplo
de hoy: Beato Luis Stepinac.
Cardenal. Encarcelado injustamente en Yugoslavia el siglo pasado, jamás perdió
la fidelidad a la Iglesia.
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Evangelio
según San Lucas 5,1-11
En una oportunidad, la
multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y
él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.
Desde allí vio dos barcas
junto a la orilla del lago, los pescadores habían bajado y estaban limpiando las
redes.
Jesús subió a una de las
barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla,
después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.
Cuando terminó de hablar,
dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”.
Simón le respondió: “Maestro,
hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tu lo dices, echaré
las redes”.
Así lo hicieron y sacaron
tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.
Entonces hicieron señas a
los compañeros de la otra barca para que fueron a ayudarlos. Ellos acudieron y llenaron tanto las dos
barcas que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se
echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un
pecador”. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la
cantidad de peces que habían recogido; y
lo mismo pasaba con Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.
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