domingo, 10 de febrero de 2013


Evangelio según San Lucas 5,1-11
Comentario por: David Quiroa

“No hemos sacado nada” 

La angustia con la que vivimos hoy día tiene mucho que ver con las expectativas del futuro, de acuerdo a lo que creemos del pasado.  Pedro está convencido que no hay peces, porque ya trabajó toda la noche sin resultado.

La lógica de Dios es muy distinta. Dios habla del “pan nuestro de cada día”, no del de ayer ni el de mañana.  Cada día es completamente distinto, cada vez que echamos las redes es diferente, cada vez que Dios nos perdona es una oportunidad completamente nueva.

Tal vez las tarjetas de crédito no perdonan las deudas pasadas, pero Dios sí. Dios dice que no le importa qué tan mal te haya ido en la noche, hoy es un nuevo día y puedes intentarlo una vez más.

El ejemplo de hoy: Beato Luis Stepinac. Cardenal. Encarcelado injustamente en Yugoslavia el siglo pasado, jamás perdió la fidelidad a la Iglesia.
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Evangelio según San Lucas 5,1-11

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.

Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago, los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.

Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla, después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.

Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”.

Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tu lo dices, echaré las redes”.

Así lo hicieron y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.

Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueron a ayudarlos.  Ellos acudieron y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que  habían recogido; y lo mismo pasaba con Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.

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