Evangelio
según San Lucas 2,22-40
Comentario por: David Quiroa
“Cumplir
todo lo que ordenaba la Ley”
¿Por qué la
Made de Dios, el Señor mismo y su padre adoptivo San José tendrían que cumplir
la Ley? ¿Acaso no están ellos muy por encima de la Ley?
Pues sí, lo
están. Y sin embargo cumplen porque son obedientes y porque la Ley es
buena.
Nosotros,
el resto de la gente, tomamos cualquier oportunidad para despreciar y
desobedecer las leyes que nos gobiernan.
Desde conducir contra la vía y virar donde no es permitido, hasta evadir
impuestos y traficar influencias. Eso no
debe ser así. La Sagrada Familia nos pone el ejemplo y nos enseña a cumplir
TODO, incluso aquello que por nuestras virtudes no estaríamos obligados a cumplir.
El ejemplo
de hoy: San Teófanes Llamado a
ser misionero desde muy niño, cumple su deseo y da su vida con tanta fe y
paciencia que hasta resulta ejemplo y consuelo para sus verdugos.
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Cuando
llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron el niño
a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón
primogénito será consagrado al Señor.
También
debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como
ordena la Ley del Señor.
Vivía
entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón,
que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo
estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del
Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue
al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir las
prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios,
diciendo: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has
prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de
todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo
Israel”.
Su padre y
su madre estaban admirados por lo que
oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos,
dijo a María, la madre: “Este niño será causa de caída y de elevación para
muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te
atravesará el corazón. Así se
manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos.
Había
también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser,
mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años
con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro
años. No se apartaba del Templo,
sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó
en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que
esperaban la redención de Jerusalén.
Después de
cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de
Nazaret, en Galilea.
El niño iba
creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con
él.
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