Evangelio
según San Marcos 2,1-12
Comentario por: David Quiroa
“Al ver la
fe de esos hombres”
Para mucha
gente, la fe es algo privado, personal. “Se confiesan con Dios” -dicen-, creen
pero no lo aparentan de ninguna manera.
Pero para el Señor las cosas son distintas.
Para Cristo
la fe se demuestra con actos. Cuatro hombres llevando a un quinto en una
camilla. Un ciego gritando en la calle, un leproso pidiendo salud, gente
compartiendo 5 panes con 5000 personas.
La fe no
puede ser algo pasivo. Es acción. Hago cosas porque creo en el resultado,
aunque eso signifique romper techos y hacer el ridículo frente a la gente. Para
que todos sepan del poder de Dios, para que la gente diga “nunca hemos visto
nada igual”.
El ejemplo
de hoy: San Leobardo. En tiempos
que no existía la imprenta, se dedicaba a fabricar pergaminos con salmos y
hacía milagros para los que lo visitaban.
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Evangelio
según San Marcos 2,1-12
Unos días
después, Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la
casa.
Se reunió
tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les
anunciaba la Palabra.
Le trajeron
entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la
multitud, levantaron el techo del lugar donde Jesús estaba, y haciendo un
agujero descolgaron la camilla con el paralítico.
Al ver la fe
de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.
Unos
escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: “¿Qué está diciendo
este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién
puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?”
Jesús,
advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: “¿Qué están pensando? ¿Qué
es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate,
toma tu camilla y camina’?
Para que
ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene
sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo
mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.
El se
levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a
Dios, diciendo: “Nunca hemos visto nada igual”.
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