sábado, 19 de enero de 2013


Evangelio según San Marcos 2,1-12
Comentario por: David Quiroa


“Al ver la fe de esos hombres”

Para mucha gente, la fe es algo privado, personal. “Se confiesan con Dios” -dicen-, creen pero no lo aparentan de ninguna manera.  Pero para el Señor las cosas son distintas.

Para Cristo la fe se demuestra con actos. Cuatro hombres llevando a un quinto en una camilla. Un ciego gritando en la calle, un leproso pidiendo salud, gente compartiendo 5 panes con 5000 personas.

La fe no puede ser algo pasivo. Es acción. Hago cosas porque creo en el resultado, aunque eso signifique romper techos y hacer el ridículo frente a la gente. Para que todos sepan del poder de Dios, para que la gente diga “nunca hemos visto nada igual”.

El ejemplo de hoy: San Leobardo. En tiempos que no existía la imprenta, se dedicaba a fabricar pergaminos con salmos y hacía milagros para los que lo visitaban.

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Evangelio según San Marcos 2,1-12

Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa.

Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.

Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres.  Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo del lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico.

Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. 

Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: “¿Qué está diciendo este hombre?  ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?”

Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: “¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate, toma tu camilla y camina’?

Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre  tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.

El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos.  La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: “Nunca hemos visto nada igual”.

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