jueves, 17 de enero de 2013


Evangelio según San Marcos 1,40-45
Comentario por: David Quiroa


“Extendió la mano y lo tocó” 

Dentro de las costumbres judías, tocar a un leproso era de las peores cosas que se podían hacer. Una persona que tocaba a un leproso automáticamente quedaba “impura” y tenía limitada su participación en la vida pública y religiosa del pueblo (Lv 7,21.13,45-46).

Y Jesús se atreve, sin pena ni asco, a tocar a un leproso para curarlo. 

Lo mismo ocurre con nuestros peores pecados. Eso que a nosotros mismos nos parece desagradable, que no queremos que nadie se entere, que nos hace sentirnos mal, Jesús lo toma en sus manos y lo cura. Sólo pide que cumplamos lo prescrito por la ley y la Iglesia, para que sirva de testimonio.

Aún hoy, los milagros siguen ocurriendo.

El ejemplo de hoy: San Antonio de Egipto, padre de la vida monástica. Fue gracias a su ejemplo que se iniciaron los monasterios en el mundo.

---------------     

Evangelio según San Marcos 1,40-45

Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes purificarme”.

Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo:  “Lo quiero, queda purificado”. En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.

Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: “No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”.

Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos.  Y acudían a él de todas partes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario