Evangelio según San Mateo 4,2-17.22-25
Comentario por: David Quiroa
“Conviértanse”
La Iglesia hace un llamado constante a
la conversión. No es algo que se haga
solo una vez en la vida y ya está. Es
una lucha constante para ir dejando atrás cada vez más malos hábitos, viejas
costumbres dañinas y por supuesto, pecados mortales.
Claro que los milagros que operaba el
Señor fueron importantes, igual que los que pedimos en nuestras oraciones. Pero
lo realmente importante es la conversión, trabajar por el Reino de los Cielos que
podría estar aquí entre nosotros, si nosotros lo dejáramos existir.
El ejemplo de hoy: San
Raimundo de Peñafort. Pasó su vida
aprendiendo y enseñando moral. Fundó la Orden de la Merced junto con San Pedro Nolasco.
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Evangelio según San Mateo 4,2-17.22-25
Cuando Jesús se enteró de que Juan
había sido arrestado, se retiró a Galilea.
Y, dejando Nazaret, se estableció en
Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que
se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran
luz; sobre los que vivían en las oscuras
regiones de la muerte, se levantó una luz.
A partir de ese momento, Jesús comenzó
a proclamar: “Conviértanse, porque el
Reino de los Cielos está cerca”.
Jesús recorría toda la Galilea,
enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando
todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Su fama se extendió por toda la Siria,
y le llevaban a todos los enfermos, afligidos por diversas enfermedades y
sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los curaba.
Lo seguían grandes multitudes que
llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la
Transjordania.
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