martes, 8 de enero de 2013


Evangelio según San Marcos 6,34-44
Comentario por: David Quiroa

“Jesús se compadeció” 

Ante el milagro patente de la multiplicación de los panes y los peces, hay otro aún más grande que suele pasar desapercibido:  Dios compasivo frente al hambre de la muchedumbre.

Normalmente vemos a Dios como Juez poderoso, Señor de los Ejércitos, dispuesto a borrar a la humanidad entera con un diluvio por los pecados de algunos. Pocas veces nos acercamos a Él como niños hambrientos pidiendo un abrazo.

El Dios que nos transforma no es el que nos obliga a cambiar a fuerza de fuego y azufre.  Es el que se sienta a la mesa con nosotros y reparte hasta la última gota de su sangre para que no tengamos hambre nunca más.

                                            
El ejemplo de hoy: San Severino. Conocido por sus profecías, milagros y curaciones, antes de morir dijo: “Si quieren tener la bendición de Dios, respeten el derecho de los demás.”

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Evangelio según San Marcos 6,34-44

Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde. Despide a la gente, para que  vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer”.

El respondió: “Denles de comer ustedes mismos”.

Ellos le dijeron: “Habría que comprar pan por  valor de doscientos denarios para dar de comer  a todos”.

Jesús preguntó: “¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver”.

Después de averiguarlo, dijeron: “Cinco panes y dos pescados”. 

El les ordenó que hicieran sentar a todos en  grupos, sobre la hierba verde, y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.  Entonces El tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la  bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente.

Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado.

Los que comieron eran cinco mil hombres.

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