Evangelio según San Juan 3,22-30
Comentario por: David Quiroa
“Nada que no haya recibido del cielo”
Juan era el que bautizaba. De pronto
resulta que Jesús también bautiza. Luego van los chismosos a contarle a Juan
que ya tiene competencia. ¿Qué querían?
¿Que Juan fuera a reclamar la exclusividad?
Hoy el Evangelio nos enseña la
verdadera humildad: Reconocer que lo mío no es mío, sino de Dios. Juan era
grande y lo sabía, pero sabía que más grande es Dios y que su bautismo era de
Dios.
Nosotros no necesitamos presumir de grandezas
aunque las tengamos. Necesitamos ponernos del lado de Dios y decir que JUNTO
con Él somos grandes; sin Él no somos nada.
El ejemplo de hoy: Santa
Margarita Bourgeois. Tras fracasar muchas veces en su intento de servir a Dios
en el viejo continente, emigró a Canadá y entre muchos otros fracasos logró por
fin fundarla primera orden religiosa de aquél país. Siguió fracasando, pero al
final fue canonizada.
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Evangelio según San Juan 3,22-30
Después de esto, Jesús fue con sus
discípulos a Judea. Permaneció allí con ellos y bautizaba.
Juan seguía bautizando en Enón, cerca
de Salim, porque había mucha agua en ese lugar y la gente acudía para hacerse
bautizar. Juan no había sido encarcelado todavía.
Se originó entonces una discusión entre
los discípulos de Juan y un judío, acerca de la purificación.
Fueron a buscar a Juan y le dijeron: “Maestro,
el que estaba contigo al otro lado del Jordán y del que tú has dado testimonio,
también bautiza y todos acuden a él”.
Juan respondió: “Nadie puede atribuirse
nada que no haya recibido del cielo. Ustedes mismos son testigos de que he
dicho ‘Yo no soy el Mesías, pero he sido enviado delante de él’.
En las bodas, el que se casa es el
esposo; pero el amigo del esposo, que
está allí y lo escucha, se llena de alegría al oír su voz. Por eso mi gozo es
ahora perfecto.
Es necesario que él crezca y que yo
disminuya.
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