sábado, 12 de enero de 2013


Evangelio según San Juan 3,22-30
Comentario por: David Quiroa

“Nada que no haya recibido del cielo” 

Juan era el que bautizaba. De pronto resulta que Jesús también bautiza. Luego van los chismosos a contarle a Juan que ya tiene  competencia.  ¿Qué querían?  ¿Que Juan fuera a reclamar la exclusividad?

Hoy el Evangelio nos enseña la verdadera humildad: Reconocer que lo mío no es mío, sino de Dios. Juan era grande y lo sabía, pero sabía que más grande es Dios y que su bautismo era de Dios.

Nosotros no necesitamos presumir de grandezas aunque las tengamos. Necesitamos ponernos del lado de Dios y decir que JUNTO con Él somos grandes; sin Él no somos nada.

El ejemplo de hoy: Santa Margarita Bourgeois. Tras fracasar muchas veces en su intento de servir a Dios en el viejo continente, emigró a Canadá y entre muchos otros fracasos logró por fin fundarla primera orden religiosa de aquél país. Siguió fracasando, pero al final fue canonizada.

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Evangelio según San Juan 3,22-30

Después de esto, Jesús fue con sus discípulos a Judea. Permaneció allí con ellos y bautizaba.

Juan seguía bautizando en Enón, cerca de Salim, porque había mucha agua en ese lugar y la gente acudía para hacerse bautizar. Juan no había sido encarcelado todavía.

Se originó entonces una discusión entre los discípulos de Juan y un judío, acerca de la purificación.

Fueron a buscar a Juan y le dijeron: “Maestro, el que estaba contigo al otro lado del Jordán y del que tú has dado testimonio, también bautiza y todos acuden a él”.

Juan respondió: “Nadie puede atribuirse nada que no haya recibido del cielo. Ustedes mismos son testigos de que he dicho ‘Yo no soy el Mesías, pero he sido enviado delante de él’.

En las bodas, el que se casa es el esposo; pero  el amigo del esposo, que está allí y lo escucha, se llena de alegría al oír su voz. Por eso mi gozo es ahora perfecto.

Es necesario que él crezca y que yo disminuya.

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