sábado, 10 de noviembre de 2012


Evangelio según San Lucas 16,9-15. 
Comentario por: David Quiroa

Gánense amigos con el dinero de la injusticia” 
                                                                                              
Hace poco más de 4 años, el Vaticano anunció una actualización de los pecados capitales e incluyó en la lista “Enriquecerse hasta límites obscenos a expensas del bien común”.

Por supuesto que ese pecado no es nada nuevo, pero sí lo vemos con mucha más frecuencia ahora que antes. Gente que con o sin mérito resulta ganando enormes cantidades de dinero y termina sin saber qué hacer con él.

Cristo les tiene una receta:  repártanlo, para  que un día los pobres los reciban en el Reino. Pero no creamos que esto sólo se aplica a los multimillonarios. Todos nosotros que comemos tres veces al día y a veces una más, tenemos un exceso de dinero que bien podemos usar para ganar amigos en el cielo. La desigualdad social existe, lo que nos pide el Señor es no  hacerla peor.

El ejemplo de hoy: San León Magno. Vivió la caída del imperio romano y aún en las peores circunstancias mantuvo la serenidad y la caridad.

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Evangelio según San Lucas 16,9-15. 

Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.

El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho.

Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?

Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero”.

Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús. El les dijo: “Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios. 

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