Evangelio según
San Marcos 10,2-16.
Comentario por: David Quiroa
“El que se divorcia y se casa con otra
comete adulterio”
Muchas personas quisieran que la
Iglesia “se modernizara” y permitiera el divorcio. La realidad es que el
divorcio no tiene nada de “moderno” y la doctrina de Jesús es clara: simplemente
no se puede.
Por supuesto que el adulterio no es el
único pecado en busca de “modernización”, pero tiene la característica de
ser público. No es lo mismo el que peca en privado y se avergüenza de eso, que
el que exhibe en público su pecado y se enorgullece, incitando a otros a
pecar.
Por eso la Iglesia insiste en no
permitir que los divorciados vueltos a casar comulguen. Sería como decir que no
importa, y sí importa y mucho.
El ejemplo de hoy: Beata Ana María Janer. Sirvió a la Iglesia en todo ámbito, en
la comunidad y en su colaboración incondicional a
los pastores.
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Evangelio
según San Marcos 10,2-16.
Se acercaron algunos fariseos y, para
ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: “¿Es lícito al hombre
divorciarse de su mujer?”.
El les respondió: “¿Qué es lo que Moisés
les ha ordenado?”.
Ellos dijeron: “Moisés permitió redactar
una declaración de divorcio y separarse de ella”.
Entonces Jesús les respondió: “Si Moisés
les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero
desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso,
el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola
carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no
separe lo que Dios ha unido”.
Cuando regresaron a la casa, los
discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
El les dijo: “El que se divorcia de su
mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer
se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio”.
Le trajeron entonces a unos niños para
que los tocara, pero los discípulos los reprendieron.
Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: “Dejen
que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios
pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el
Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
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