Evangelio según
San Lucas 10,17-24.
Comentario por: David Quiroa
“Alégrense de que sus nombres
están escritos en el cielo”
Aquéllos 72 enviados de Jesús tenían
poderes que muchos hubieran querido tener, pero nada se compara con la certeza
de llegar al cielo.
¿De qué pueden servir las riquezas y el
poder si nada de eso nos puede comprar un segundo más de vida? En
cambio, creer en Dios y cumplir sus mandatos nos agrega miles de millones
de años de vida, y vida gozosa, sin dolor, sin enfermedad, con alegría
permanente.
Es mejor alegrarse de ser bueno, que de
tener muchas cosas: las cosas se acaban, ser bueno es para siempre.
El ejemplo de hoy: San Bruno. Amaba la vida de
ermitaño, pero obedeció la orden del Papa de ser su consejero, alejado
de cualquier interés terrenal.
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Evangelio
según San Lucas 10,17-24.
Los setenta y dos volvieron y le dijeron
llenos de gozo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre”.
El les dijo: “Yo veía a Satanás caer del
cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y
escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más
bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”.
En aquel momento Jesús se estremeció de
gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y
de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y
haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo
me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre,
como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar”.
Después, volviéndose hacia sus
discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: “¡Felices los ojos que ven lo que
ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo
que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!”.
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