Evangelio
según San Mateo 25,14-30.
Comentario por: David Quiroa
“Aquí está lo que he ganado”
Todos los bienes del mundo son del
Señor. A nosotros se nos confían pequeñas porciones de esos bienes, para que
con ellos aumentemos Su gloria.
A Dios no le importan nuestras ganancias
comerciales ni nuestro progreso material.
No se trata de cuánto dinero ganamos o dejamos de ganar, sino de cómo
invertimos lo que Dios regala para hacer el bien, porque todo lo que es de Dios
es bueno.
El siervo perezoso de la parábola
representa al que es indiferente a las cosas del Señor, se siente incapaz de
hacer el bien y por eso, pudiendo aunque sea hacer un poquito con su talento,
prefiere esconderlo y dejarlo sin uso. Nosotros estamos llamados a ser como
alguno de los otros, para que con lo poco o mucho que Dios nos ha dado, hagamos
cosas buenas que glorifiquen al Señor.
El ejemplo de hoy: San Egidio. Ermitaño al que el Señor concedió conocer los
pecados ocultos del Rey Carlos, con lo que consiguió su conversión.
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Evangelio
según San Mateo 25,14-30.
El Reino de los Cielos es también
como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus
bienes.
A uno le dio cinco talentos, a
otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después
partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con
ellos y ganó otros cinco.
De la misma manera, el que recibió
dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el
dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó
el señor y arregló las cuentas con sus servidores.
El que había recibido los cinco
talentos se adelantó y le presentó otros cinco. ‘Señor, le dijo, me has
confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado’.
‘Está bien, servidor bueno y fiel,
le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de
mucho más: entra a participar del gozo de tu señor’.
Llegó luego el que había recibido
dos talentos y le dijo: ‘Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los
otros dos que he ganado’.
‘Está bien, servidor bueno y fiel,
ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a
participar del gozo de tu señor’.
Llegó luego el que había recibido
un solo talento. ‘Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas
donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.
Por eso tuve miedo y fui a
enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!’.
Pero el señor le respondió: ‘Servidor
malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no
he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi
regreso, lo hubiera recuperado con intereses.
Quítenle el talento para dárselo
al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al
que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Echen afuera, a las tinieblas, a
este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes’.
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