sábado, 1 de septiembre de 2012


Evangelio según San Mateo 25,14-30.

Comentario por: David Quiroa

“Aquí está lo que he ganado” 

Todos los bienes del mundo son del Señor. A nosotros se nos confían pequeñas porciones de esos bienes, para que con ellos aumentemos Su gloria.

A Dios no le importan nuestras ganancias comerciales ni nuestro progreso material.  No se trata de cuánto dinero ganamos o dejamos de ganar, sino de cómo invertimos lo que Dios regala para hacer el bien, porque todo lo que es de Dios es bueno.

El siervo perezoso de la parábola representa al que es indiferente a las cosas del Señor, se siente incapaz de hacer el bien y por eso, pudiendo aunque sea hacer un poquito con su talento, prefiere esconderlo y dejarlo sin uso. Nosotros estamos llamados a ser como alguno de los otros, para que con lo poco o mucho que Dios nos ha dado, hagamos cosas buenas que glorifiquen al Señor.

El ejemplo de hoy: San Egidio. Ermitaño al que el Señor concedió conocer los pecados ocultos del Rey Carlos, con lo que consiguió su conversión.

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Evangelio según San Mateo 25,14-30.
El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.
A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco.
De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores.
El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. ‘Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado’.
‘Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor’.
Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ‘Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado’.
‘Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor’.
Llegó luego el que había recibido un solo talento. ‘Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.
Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!’.
Pero el señor le respondió: ‘Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.
Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes’.

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