Evangelio según
San Lucas 4,16-30.
Comentario por: David Quiroa
“Todos daban testimonio a favor de él
(…) lo empujaron fuera de la ciudad” (Lc 4,16-30.)
Con qué facilidad la gente cambia de
opinión. En un minuto Jesús tiene a todo el mundo con la boca abierta
escuchando Sus palabras y al minuto siguiente quieren matarlo por lo que
dijo.
Esto es porque la Palabra de Dios
siempre nos favorece, pero no siempre nos complace. Evitar el pecado
siempre es bueno, pero cuando nos lo recuerdan nos enojamos y el Señor no tiene
más remedio que “pasar de largo”, seguir su camino en busca de alguien más que sí
lo escuche.
Si queremos que Dios se quede con
nosotros recordemos que hay que amarlo y recibirlo siempre, aunque a veces
no nos guste lo que dice.
El ejemplo de hoy: San Gregorio Magno, Papa. Su gran habilidad como
gobernante estaba basada en la paz, la misericordia y el respeto
hacia otras culturas.
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Evangelio según San Lucas 4,16-30.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió
al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura
que acaban de oír”.
Todos daban testimonio a favor de
él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su
boca. Y decían: “¿No es este el hijo de José?”.
Pero él les respondió: “Sin duda
ustedes me citarán el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Realiza también
aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún”. Después
agregó: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo
les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando
durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo
el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una
viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en
Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino
Naamán, el sirio”.
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se
enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un
lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención
de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
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