viernes, 14 de septiembre de 2012


Evangelio según San Juan 3,13-17. 

Comentario por: David Quiroa

“Para que el mundo se salve por él”
                                                                                            
Con frecuencia, el Señor nos propone lo contrario a lo que parece lógico: amar al enemigo, dar sin esperar nada a cambio, perdonar siempre. 

Hoy la Iglesia nos propone adorar un instrumento de muerte y tortura: La Cruz. ¿Por qué?  Porque por el misterio de la muerte de cruz del Señor, nos ha sido dada la vida eterna.  No porque la merezcamos, sino por el amor de Dios.

Los católicos no adoramos la muerte: vemos en esa muerte el máximo símbolo de amor, el amor del que da la vida por sus amigos. 

El ejemplo de hoy: San Alberto de Jerusalén. Hace 900 años obtuvo la paz en aquélla región, siempre convulsionada por la guerra.

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Evangelio según San Juan 3,13-17. 
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. 
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,  para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.  Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 

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