Evangelio según
San Juan 3,13-17.
Comentario por: David Quiroa
“Para que el mundo se salve por él”
Con frecuencia, el Señor nos propone lo
contrario a lo que parece lógico: amar al enemigo, dar sin esperar nada a
cambio, perdonar siempre.
Hoy la Iglesia nos propone adorar un
instrumento de muerte y tortura: La Cruz. ¿Por qué? Porque por el
misterio de la muerte de cruz del Señor, nos ha sido dada la vida eterna.
No porque la merezcamos, sino por el amor de Dios.
Los católicos no adoramos la muerte:
vemos en esa muerte el máximo símbolo de amor, el amor del que da la vida por
sus amigos.
El ejemplo de hoy: San Alberto de Jerusalén. Hace 900 años obtuvo la paz en
aquélla región, siempre convulsionada por la guerra.
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Evangelio según San Juan 3,13-17.
Nadie ha subido al cielo, sino el
que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés
levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo
del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él
tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que
entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que
tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él.
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