Evangelio según San Lucas
4,38-44.
Comentario por: David Quiroa
“¡Tu eres el Hijo de Dios!”
El
conocimiento por sí mismo no es garantía de salvación: En este pasaje del Evangelio, escuchamos que
los demonios saben y reconocen a Jesús como Hijo de Dios, pero eso no les
asegura su entrada al Reino de los Cielos.
Al cielo
se entra por la gracia de Dios (Mc 10,27) por cumplir los mandamientos y hacer obras de caridad (Lc 18, 20-23), y
por soportar con paciencia las penas de cada día (Lc 9, 23).
Pero
simplemente “reconocer” a Cristo como Hijo
de Dios quizás apenas baste para que Él nos mande callar y directamente al
infierno.
El ejemplo de hoy: Beata Teresa de Calcuta. Demostró con hechos
que es posible llevar el Reino de Dios a todos, con amor, paciencia y
sacramentos.
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Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella.
Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.
Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba.
De muchos salían demonios, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías.
Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos.
Pero él les dijo: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”.
Y predicaba en las sinagogas de
toda la Judea.
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