Evangelio
según San Mateo 16,13-23.
Comentario por: David Quiroa
“Dios no lo permita, Señor” (Mt 16,13-23)
“¡Huy no, Dios guarde!” decimos por
aquí. Y lo decimos, como San Pedro, cada vez que algo que está pasando no nos
gusta.
Pero igual que Pedro, ignoramos cuál es
la voluntad del Señor y por qué permite que pase lo que pasa.
San Pedro pretendía oponerse al hecho
más grande en la historia de la Humanidad, la Resurrección de Cristo.
Quizás nosotros no somos tan ambiciosos, pero sí que nos oponemos a nuestros
pequeños sufrimientos y tristezas de cada día. Dios dice: “Apártate
de mí”, o como quien dice “déjame que yo sé lo que hago”.
Tengamos confianza, que Dios sabe por
qué pone los sapos bajo las piedras. Y no digamos “¡Dios guarde!” sino “Hágase
tu voluntad”.
El ejemplo de hoy: Santa Edith Stein. Nace judía, muere católica junto a miles de
judíos durante el Holocausto, ofreciendo su sacrificio por el pueblo
judío.
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Evangelio según San Mateo 16,13-23.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”.
Ellos le respondieron: “Unos dicen
que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los
profetas”.
“Y ustedes, les preguntó, ¿quién
dicen que soy?”.
Tomando la palabra, Simón Pedro
respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Y Jesús le dijo: “Feliz de ti,
Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la
sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá
contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que
ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la
tierra, quedará desatado en el cielo”. Entonces ordenó severamente a sus
discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Desde aquel día, Jesús comenzó a
anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de
los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser
condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y
comenzó a reprenderlo, diciendo: “Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá”.
Pero él, dándose vuelta, dijo a
Pedro: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo,
porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”.
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