miércoles, 29 de agosto de 2012


Evangelio según San Marcos 6,17-29. 

Comentario por: David Quiroa

“A causa de su juramento,
no quiso contradecirla”

La ley de Dios nos manda no jurar en vano. Pero aún y cuando lo hiciéramos, ningún juramento nos obliga a cometer un pecado. Herodes comete un error y una grave injusticia por someterse a un juramento hecho al calor de una fiesta. 

Si hubiera sido un poco más sabio y un poco menos arrogante, Herodes podría haberse librado de aquél juramento.  Pero por orgullo y “no quedar mal” ante los invitados, hace matar a su amigo.

Tres lecciones nos deja Herodes.  La primera,  no jurar.  Podemos hacer ofrecimientos y promesas pero siempre sujetos a hacer el bien y la voluntad de Dios.  La segunda, que si juramos hacer el mal, no estamos obligados a cumplir. Quizás por enojo o estupidez hemos ofrecido vengarnos, no hablarle jamás a un enemigo o hacer cualquier otra cosa mala: Nadie nos obliga a hacerlo, antes bien,  estamos obligados a perdonar y tener misericordia con el otro y con nosotros mismos.

Y la tercera, tal vez la más importante hoy en día: No ceder a la presión del grupo.  Mucha vergüenza puede darnos, pero ante Dios y ante los hombres seremos más grandes si hacemos lo correcto que si cometemos errores por temor al “qué dirán”.

El ejemplo de hoy: San Juan Bautista: Denuncia el pecado con valentía, hasta las últimas  consecuencias.

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Evangelio según San Marcos 6,17-29. 

Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.  Porque Juan decía a Herodes: “No te es lícito tener a la mujer de tu hermano”. Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto. 
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.  La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: “Pídeme lo que quieras y te lo daré”. 
Y le aseguró bajo juramento: “Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”.

Ella fue a preguntar a su madre: “¿Qué debo pedirle?”.
“La cabeza de Juan el Bautista”, respondió esta.

La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: “Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.

El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.  En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.  El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.  Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron. 

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