Evangelio según
San Marcos 6,17-29.
Comentario por: David Quiroa
“A causa de su juramento,
no quiso contradecirla”
La ley de Dios nos manda no jurar en
vano. Pero aún y cuando lo hiciéramos, ningún juramento nos obliga a
cometer un pecado. Herodes comete un error y una grave injusticia por someterse
a un juramento hecho al calor de una fiesta.
Si hubiera sido un poco más sabio y un
poco menos arrogante, Herodes podría haberse librado de aquél juramento.
Pero por orgullo y “no quedar mal” ante los invitados, hace matar a su
amigo.
Tres lecciones nos deja Herodes.
La primera, no jurar. Podemos hacer ofrecimientos y promesas pero
siempre sujetos a hacer el bien y la voluntad de Dios. La segunda, que si
juramos hacer el mal, no estamos obligados a cumplir. Quizás por enojo o
estupidez hemos ofrecido vengarnos, no hablarle jamás a un enemigo o hacer
cualquier otra cosa mala: Nadie nos obliga a hacerlo, antes bien, estamos
obligados a perdonar y tener misericordia con el otro y con nosotros mismos.
Y la tercera, tal vez la más importante
hoy en día: No ceder a la presión del grupo. Mucha vergüenza puede
darnos, pero ante Dios y ante los hombres seremos más grandes si hacemos
lo correcto que si cometemos errores por temor al “qué dirán”.
El ejemplo de hoy: San Juan Bautista: Denuncia el pecado con valentía,
hasta las últimas consecuencias.
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Evangelio según San Marcos 6,17-29.
Herodes, en efecto, había hecho
arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano
Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: “No te
es lícito tener a la mujer de tu hermano”. Herodías odiaba a Juan e
intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión
favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus
dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de
Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el
rey dijo a la joven: “Pídeme lo que quieras y te lo daré”.
Y le aseguró bajo juramento: “Te
daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”.
Ella fue a preguntar a su madre: “¿Qué
debo pedirle?”.
“La cabeza de Juan el Bautista”,
respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde
estaba el rey y le hizo este pedido: “Quiero que me traigas ahora mismo, sobre
una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se entristeció mucho, pero
a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En
seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue
a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la
entregó a la joven y esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de
Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
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