domingo, 29 de julio de 2012


Evangelio según San Juan 6,1-15.

Comentario por: David Quiroa

“¿Qué es esto para tanta gente?”

Lo mismo nos preguntamos nosotros al ver nuestras limitadas capacidades y la gran necesidad que sufren tantas personas. ¿Qué puedo hacer yo con tan poquito?

La verdad es que solos, no podemos hacer nada. Pero entregando nuestras pequeñas miserias al Señor para que Él las reparta, se pueden alimentar millones.  La Iglesia Católica, en el nombre y por la gracia de Dios, alimenta miles de personas en el mundo, gracias a pequeñísimos aportes de muchos fieles.

Aunque las matemáticas no cuadren, dar un poquito es mucho cuando se ofrece de buena gana al Señor. No hay que desesperarse, porque aunque no sabemos cómo, Dios puede alimentar a cientos con ese poquito que nosotros damos.

El ejemplo de hoy: Santa Marta. Amiga de Jesús y hermana de Lázaro, fue de las primeras en ofrecerse al servicio del Señor desde sus humildes oficios diarios.

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Evangelio según San Juan 6,1-15.

Después de esto, Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades.
Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos.
Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”.
El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: “Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan”.
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
“Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?”.
Jesús le respondió: “Háganlos sentar”. Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres.
Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada”.
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: “Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo”.
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

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