domingo, 29 de noviembre de 2015

“Se verá venir al Hijo” (Lc 21,25-28.34-36.)

Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.
Comentario por David Quiroa

“Se verá venir al Hijo” 

Hoy iniciamos el Adviento y el simbolismo de esta época debería contribuir a entender el mensaje del Evangelio.  Tenemos el color morado, color de sacrificio, de dolor y de luto. Pero al mismo tiempo tenemos la venida de la Navidad, época de alegría, amor y fraternidad.

Estas dos cosas no son contradictorias. El sacrificio no es contrario al amor ni  el luto contradice la fraternidad. Mientras vamos encendiendo velas en la corona de adviento y ponemos lucecitas adornando la casa, nos deberíamos ir preparando para el día que en realidad venga de nuevo Jesús.

Ese día será tan alegre como la Navidad, no es un día para tener miedo. Y aunque nosotros no lo veamos con toda su gloria desde aquí en la tierra, lo veremos, si nos portamos bien, después de nuestra muerte. Ese día será nuestra Navidad más alegre, el día que recibiremos más regalos de los que nos podríamos imaginar.

Hoy recordamos a la Beata María Magdalena de la Encarnación: Retirada del mundo vio en el Santísimo a Jesús rodeado de vírgenes que lo adoraban y esto la inspiró a fundar una orden dedicada a la adoración. Hoy su orden cuenta con 90 monasterios por todo el mundo.

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Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.

Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.

Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.

Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”.

Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.


Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre”.

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