Evangelio según San Lucas 19,11-28.
Comentario por David Quiroa
“Háganlas producir hasta que yo
vuelva”
La parábola de los talentos o de las
monedas trata de la segunda venida de Cristo, pero más importante, trata del
tiempo entre su Ascensión al cielo y su regreso. Trata del día de hoy.
Hoy, tenemos en nuestras manos
talentos o monedas que Dios nos ha facilitado. Pocos o muchos, no importa, los
tenemos. Y Él ha dicho “háganlas
producir”. Cuándo vaya a regresar el
Señor no importa tanto, como qué estamos haciendo con esos talentos hoy, porque
el día que regrese, sea hoy o dentro de mil años, nos va a pedir cuentas.
Dios no anda midiendo qué tan buenos
administradores somos ni pretende que todos seamos genios de las finanzas. Lo
que mide es cómo tratamos Sus dones de acuerdo a nuestras propias capacidades.
¿Estamos usando esas capacidades hasta donde es posible? ¿Estamos rindiendo los
frutos que a Él le gustan? Recordemos que a Dios no le importa el dinero, sino
los corazones, el amor, la sinceridad y la conversión. ¿Tenemos algún fruto de
eso para mostrarle?
Hoy celebramos la dedicación de
las basílicas de San Pedro y de San Pablo: Allá por el siglo III se inició el culto litúrgico a los mártires. De
estas dos figuras se conocía el lugar de su sepultura y allí llegaban
multitudes a orar. Sobre sus tumbas se construyeron las basílicas y se les
celebra el mismo día como símbolo de unidad entre los cristianos.
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Evangelio según San Lucas 19,11-28.
Jesús dijo una parábola, porque
estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a
aparecer de un momento a otro.
Él les dijo: “Un hombre de familia
noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en
seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a
cada uno, diciéndoles: ‘Háganlas producir hasta que yo vuelva’.
Pero sus conciudadanos lo odiaban y
enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: ‘No queremos que este
sea nuestro rey’.
Al regresar, investido de la dignidad
real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber
lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y le dijo: ‘Señor,
tus cien monedas de plata han producido diez veces más’.
‘Está bien, buen servidor,’ le
respondió, ‘ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez
ciudades’.
Llegó el segundo y le dijo: ‘Señor,
tus cien monedas de plata han producido cinco veces más’.
A él también le dijo: ‘Tú estarás al
frente de cinco ciudades’.
Llegó el otro y le dijo: ‘Señor, aquí
tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque
tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no
has depositado y cosechar lo que no has sembrado’.
Él le respondió: ‘Yo te juzgo por tus
propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que
quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no
entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con
intereses’.
Y dijo a los que estaban allí: ‘Quítenle
las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más’.
‘¡Pero, señor,’ le respondieron, ‘ya
tiene mil!’.
Les aseguro que al que tiene, se le
dará; pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. En cuanto a mis
enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi
presencia”.
Después de haber dicho esto, Jesús
siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
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