miércoles, 18 de noviembre de 2015

“Háganlas producir hasta que yo vuelva” (Jn 19,11-28.)

Evangelio según San Lucas 19,11-28.   
Comentario por David Quiroa

“Háganlas producir hasta que yo vuelva” 

La parábola de los talentos o de las monedas trata de la segunda venida de Cristo, pero más importante, trata del tiempo entre su Ascensión al cielo y su regreso. Trata del día de hoy.

Hoy, tenemos en nuestras manos talentos o monedas que Dios nos ha facilitado. Pocos o muchos, no importa, los tenemos.  Y Él ha dicho “háganlas producir”.  Cuándo vaya a regresar el Señor no importa tanto, como qué estamos haciendo con esos talentos hoy, porque el día que regrese, sea hoy o dentro de mil años, nos va a pedir cuentas.

Dios no anda midiendo qué tan buenos administradores somos ni pretende que todos seamos genios de las finanzas. Lo que mide es cómo tratamos Sus dones de acuerdo a nuestras propias capacidades. ¿Estamos usando esas capacidades hasta donde es posible? ¿Estamos rindiendo los frutos que a Él le gustan? Recordemos que a Dios no le importa el dinero, sino los corazones, el amor, la sinceridad y la conversión. ¿Tenemos algún fruto de eso para mostrarle?


Hoy celebramos la dedicación de las basílicas de San Pedro y de San Pablo: Allá por el siglo III se inició el culto litúrgico a los mártires. De estas dos figuras se conocía el lugar de su sepultura y allí llegaban multitudes a orar. Sobre sus tumbas se construyeron las basílicas y se les celebra el mismo día como símbolo de unidad entre los cristianos.

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Evangelio según San Lucas 19,11-28.

Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.

Él les dijo: “Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: ‘Háganlas producir hasta que yo vuelva’.

Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: ‘No queremos que este sea nuestro rey’.

Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno.

El primero se presentó y le dijo: ‘Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más’.

‘Está bien, buen servidor,’ le respondió, ‘ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades’.

Llegó el segundo y le dijo: ‘Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más’.

A él también le dijo: ‘Tú estarás al frente de cinco ciudades’.

Llegó el otro y le dijo: ‘Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado’.

Él le respondió: ‘Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses’.

Y dijo a los que estaban allí: ‘Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más’.

‘¡Pero, señor,’ le respondieron, ‘ya tiene mil!’.

Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia”.


Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.

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