domingo, 15 de noviembre de 2015

“El sol se oscurecerá” (Mc 13,23-32.)

Evangelio según San Marcos 13,24-32.     
Comentario por David Quiroa

“El sol se oscurecerá” 

Como decíamos a principio de esta semana, las advertencias de Jesús al respecto de su Segunda Venida son para estar preparados y tranquilos. La de hoy, por catastrófica que parezca, es exactamente igual.

¿Salió hoy el Sol y sigue brillando, aunque sea detrás de las nubes?  Entonces no es hoy el día del fin. Los falsos profetas andan buscando señales extrañas y ocultas para decir que el final se acerca, pero Jesús es bastante más obvio que eso. Resucitó de entre los muertos, caminó sobre el agua, multiplicó panes y peces… esas no son señales escondidas, son muestras clarísimas de Su poder.

Del mismo modo, las señales del fin serán tan claras que cualquiera podrá darse cuenta sin necesidad de intérpretes. ¿Y qué hay que hacer ese día? Lo mismo que tendríamos que estar haciendo hoy: convertirnos y creer. Entonces, ¿cuál es la preocupación?

Hoy celebramos a San Roque González y San Alfonso Rodríguez: Presbíteros jesuitas que evangelizaron lo que hoy es Paraguay, siguiendo un modelo de trabajo y vida social acordes a los valores cristianos.


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Evangelio según San Marcos 13,24-32.

En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán.

Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria.

Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.

Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano.

Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta.

Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.

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