lunes, 9 de noviembre de 2015

“Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar” (Jn 2,13-22.)

Evangelio según San Juan 2,13-22.  
Comentario por David Quiroa

“Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar” 

Con las técnicas modernas de construcción es perfectamente posible levantar un edificio en tres días. Pero nadie más que Dios ha podido resucitar a un muerto.

De tal manera que lo que para el hombre es imposible, para Dios es posible. Es algo que nos debe llenar de esperanza cuando nos enfrentamos a problemas que parecen insolubles. Lo son, para nosotros. No lo son para Dios.

En aquél momento nadie lo entendió, pero luego de ver a Cristo Resucitado los apóstoles lo comprendieron. Así mismo, nadie nos entenderá cuando sigamos esperando tres días más tarde a que un muerto resucite. Lo entenderán hasta que lo vean.


Hoy recordamos a los esposos Luis y María Beltrame, beatos: Una pareja con hijos, como cualquiera. Excepto por su confianza en la providencia y la divina misericordia. Son ejemplo para la familia que, en medio de las dificultades, sigue adelante y sigue siendo tan caritativa en la pobreza como en la abundancia.


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Evangelio según San Juan 2,13-22.

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén
y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”.

Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.

Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?”.

Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”.

Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”.

Pero él se refería al templo de su cuerpo.


Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

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