lunes, 26 de octubre de 2015

“Pero la multitud se alegraba” (Lc 13,10-17.)

Evangelio según San Lucas 13,10-17.
Comentario por David Quiroa

“Pero la multitud se alegraba”

Observamos en el Evangelio y en la vida cotidiana una división entre los sabios y entendidos, la élite; y la gente común, la multitud. Unos son rígidos, viven encerrados en sus normas. Los otros son sencillos, aceptan lo que buenamente Dios quiere darles, sin pensar demasiado en las formalidades.

En otro momento, Jesús dice que los sencillos ven con claridad lo que los sabios no entienden. Aquí trata de explicárselos con un ejemplo muy burdo: Si uno se ocupa de sus animales en día sábado, ¿por qué no se ve a ocupar de la gente?

Ahora que terminó el Sínodo por la familia, observaremos de nuevo esa división. Los sabios esperan la declaración formal, las normas, los decretos.  Los sencillos miran la misericordia, el abrazo de la Iglesia al pecador arrepentido, a la familia que sufre.  Entre ambos, sólo uno verá a Dios.


Origen del Rosario: En otros tiempos, los monjes rezaban los salmos. La gente común que no sabía leer no podía acompañarlos. El Rosario le permitió al pueblo participar del rezo con oraciones sencillas y fáciles de memorizar.


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Evangelio según San Lucas 13,10-17.

Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga.

Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera.

Jesús, al verla, la llamó y le dijo: “Mujer, estás curada de tu enfermedad”, y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: “Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado”.

El Señor le respondió: “¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber? Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?”.


Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.

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