Evangelio según San Lucas 9,57-62.
Comentario por David Quiroa
“El Hijo del hombre no tiene”
La mayor limitación para la santidad,
es el deseo de tener. Tener cosas, tener
amigos, tener un futuro… Todas esas cosas nos atan a la tierra y nos impiden
ver más lejos, ver hacia Jesús, hacia el Reino de Dios.
En este fragmento del Evangelio, el
Señor “se queja” de no tener ni dónde poner la cabeza, pero es una queja
retórica. Dios es dueño de todo, Él podría convertir las piedras en panes y en
almohadas; pero lo que nos quiere decir es que nada de eso es importante:
Pudiendo tener todo, el Hijo de Dios elige no tener nada.
Y allí está la clave: en la elección.
La pobreza por sí misma no es virtud, es producto de las circunstancias. La
virtud está en renunciar a propósito a lo que se posee legítimamente, a cambio Reino
de Dios. ¿Estamos dispuestos a dejar la
comodidad por el bien de otros? Eso hizo Dios.
El ejemplo de hoy, San Jerónimo:
Hombre de
gran inteligencia, renuncia a una vida próspera a cambio de traducir las
Escrituras al latín. Su trabajo sigue
siendo la base de cuanto sabemos hoy sobre Dios.
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Evangelio según San Lucas 9,57-62.
Mientras Jesús y sus discípulos iban
caminando, alguien le dijo a Jesús: “¡Te seguiré adonde vayas!”.
Jesús le respondió: “Los zorros
tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no
tiene dónde reclinar la cabeza”.
Y dijo a otro: “Sígueme”.
El respondió: “Permíteme que vaya
primero a enterrar a mi padre”.
Pero Jesús le respondió: “Deja que
los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios”.
Otro le dijo: “Te seguiré, Señor,
pero permíteme antes despedirme de los míos”.
Jesús le respondió: “El que ha puesto
la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.
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