lunes, 13 de julio de 2015

“No vine a traer la paz, sino la espada” (Mt 10,34- 42.11,1.)

Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.
Comentario por David Quiroa

“No vine a traer la paz, sino la espada” 

¿Cómo conjugamos esto con “mi paz del dejo”, “invoquen la paz”, etc? ¿Acaso Jesús nos está engañando? ¿Se contradice Dios?

Sabemos que Dios no se contradice, no se engaña ni nos engaña. Entonces la espada y la paz de la que habla el Señor aquí tienen que ser otras.   Como también nos habla de dar, de amar y de llevar una cruz, parece ser que Jesús habla de desprendimiento.

Y allí es donde tiene sentido: Jesús nos exige desprendernos de las ataduras materiales y familiares y entregarnos a él. Esa es la espada, esa es la lucha. Pero una vez nos deshacemos de todo lo que nos ata, alcanzamos la paz verdadera que el Señor nos da. Esa paz es una conquista, resultado de una ardua labor. No viene gratis.  Seguir a Jesús cuesta, pero una vez logrado, nada nos perturba.

El ejemplo de hoy, Santa Teresa de los Andes: Desde muy pequeña deseaba “orar y sufrir” por el bien de las almas. Dios le concedió dejar este mundo muy joven.

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Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.

Jesús dijo a sus apóstoles:

“No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.

El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.

El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.

El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.

Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa”.


Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.

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