Evangelio según San Mateo
10,34-42.11,1.
Comentario por David Quiroa
“No vine a traer la paz, sino la
espada”
¿Cómo conjugamos esto con “mi paz del
dejo”, “invoquen la paz”, etc? ¿Acaso Jesús nos está engañando? ¿Se contradice
Dios?
Sabemos que Dios no se contradice, no
se engaña ni nos engaña. Entonces la espada y la paz de la que habla el Señor
aquí tienen que ser otras. Como también nos habla de dar, de amar y de
llevar una cruz, parece ser que Jesús habla de desprendimiento.
Y allí es donde tiene sentido: Jesús
nos exige desprendernos de las ataduras materiales y familiares y entregarnos a
él. Esa es la espada, esa es la lucha. Pero una vez nos deshacemos de todo lo
que nos ata, alcanzamos la paz verdadera que el Señor nos da. Esa paz es una
conquista, resultado de una ardua labor. No viene gratis. Seguir a Jesús cuesta, pero una vez logrado,
nada nos perturba.
El ejemplo de hoy, Santa Teresa de los
Andes: Desde muy
pequeña deseaba “orar y sufrir” por el bien de las almas. Dios le concedió
dejar este mundo muy joven.
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Evangelio según San Mateo
10,34-42.11,1.
Jesús dijo a sus apóstoles:
“No piensen que he venido a traer la
paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a
enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su
suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.
El que ama a su padre o a su madre
más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a
mí, no es digno de mí.
El que no toma su cruz y me sigue, no
es digno de mí.
El que encuentre su vida, la perderá;
y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me
recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
El que recibe a un profeta por ser
profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser
justo, tendrá la recompensa de un justo.
Les aseguro que cualquiera que dé de
beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser
mi discípulo, no quedará sin recompensa”.
Cuando Jesús terminó de dar estas
instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en
las ciudades de la región.
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