Evangelio según San Juan
7,1-2.10.25-30.
Comentario por David Quiroa
“Todavía
no había llegado su hora”
Jesús es perseguido por las
autoridades, pero anda abiertamente entre la gente sin que nadie le detenga.
¿Cómo es posible? Porque nada pasa sin
la voluntad de Dios.
Dios nos da un amplísimo rango de
libertad de acción, pero cuando Él quiere o no quiere que pase algo, nada puede
cambiar esa voluntad. Eso es muy notorio cuando esperamos algo que es
inminente, pero que sigue sin ocurrir hasta que Él dispone.
Todas las cosas buenas y malas que
ocurren en este mundo están sujetas a la Voluntad divina. A uno podría
parecerle que tal cosa es injusta o que tal otra no debería pasar, pero sólo
Dios conoce Su propio plan. A nosotros nos corresponde acatar Sus leyes, no
discutirlas.
El ejemplo de hoy, San Isidoro de
Sevilla: Hombre piadoso y amante del estudio y la lectura,
aceptaba sus tareas políticas como voluntad de Dios aunque no quisiera
hacerlas.
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Evangelio según San Juan 7,1-2.10.25-30.
Jesús recorría la Galilea; no quería
transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.
Se acercaba la fiesta judía de las
Chozas, sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él
subió, pero en secreto, sin hacerse ver.
Algunos de Jerusalén decían: "¿No
es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie
le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el
Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el
Mesías, nadie sabrá de dónde es".
Entonces Jesús, que enseñaba en el
Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin
embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad,
y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me
envió".
Entonces quisieron detenerlo, pero
nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.
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