Evangelio según San Juan 8,1-11.
Comentario por David Quiroa
“El
que no tenga pecado”
Uno empieza a entender la misericordia
de Dios hasta que pone en la balanza sus propios pecados. Quisiéramos que Dios fuera severo con la
gente que nos hace daño, pero no con nosotros.
El pasaje de la mujer adúltera es de
cierta forma paralelo al Padrenuestro: Jesús perdona los pecados de aquélla
muchedumbre, porque ellos fueron misericordiosos con aquélla mujer.
La próxima vez que queramos levantar
una mano, una piedra o una acusación contra alguien, asegurémonos de tener la
conciencia lo suficientemente limpia, no sea que Jesús nos regrese la pedrada
con más ganas.
El ejemplo de hoy, San Juan Bautista de
la Salle: Revolucionó la educación pidiendo que los maestros
oraran y trataran a los alumnos como ellos hubieran querido ser tratados.
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Evangelio según San Juan 8,1-11.
Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el
pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron
a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de
todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante
adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó
apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”.
Decían esto para ponerlo a prueba, a
fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo
con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo:
“El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”.
E inclinándose nuevamente, siguió
escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se
retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con
la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde
están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?”.
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